Boris Calderón - Poesía reunida

Boris Calderón - Poesía reunida

Calderón, Boris

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Por fin se rescata la obra de Boris Calderón (San Bernardo, 1934-Santiago 1962). Ajiaco Ediciones publica por primera vez su Poesía reunida, a cargo de Javier Abarca Medel. El lector podrá disponer aquí de todos sus volúmenes y dilucidar sus influjos, y principales motivaciones. Por ejemplo, en El libro de los adioses (1956) se encuentra la síntesis de las corrientes más herméticas de la poesía chilena, que se articula en torno a la poética de Pablo de Rokha. También hay ecos de Humberto Díaz-Casanueva, Rosamel del Valle y Omar Cáceres.

En el poema que lleva por nombre "Magnolias" y que pertenece al capítulo titulado "Los muros inasibles" (1955-1956), apunta: "Madre, voy a hablarte de ella./ Quiero derribar el sombrío muro de tu sueño/ En esta noche/ Para hablarte con la voz de un ciego/ Que levanta sus brazos en medio de la luz./ Porque estás conmigo en esta hora (...)/ He aquí la sombra que humedece la voz, /La angustia sorda que escarba los huesos,/como a una perra leprosa comiéndose a sus hijos./Ya puedo caer, ahora,/He perdido las manos que buscaba, la encendida greda, tal vez todo,/ Porque miro a la muerte como la más amada".

En una nota publicada en el diario El Siglo, fechada el 13 de mayo de 1962, Jorge Teillier lo recuerda de la siguiente manera: "No conocía Buin sino por la charla de Boris Calderón. Me hablaba siempre de las calles polvorientas, de las tapias coloniales, de su casa donde dibujaba en las puertas 'barcos de guerra de líneas temblorosas' y donde había enterrado un perro bajo el naranjo del patio, de la chicha otoñal, de las comidas de la tierra, de sus riñas en contra de los conservadores del pueblo, de la lluvia de invierno con 'manos tan pequeñitas' según el verso de e.e.cummings que amaba repetir".

Maldito por antonomasia, fue una especie de romántico negro que buscó la luz a través de las tinieblas. En un poema póstumo, no incluido en Canciones para una niña llamada Francisca (1959) y cuyo nombre es "Dios Te salve Francisca, eres toda de adioses, de luz desvanecida". Se trata de su último libro con una edición de solo tres ejemplares.

Sin duda, la publicación de Poesía reunida, de Boris Calderón, es un aporte proverbial que se les agradece a los editores y a Javier Abarca Medel, responsable de toda la recopilación, donde se incluyen, además, artículos de Hernán Díaz Arrieta, Hermógenes Markovich, Federico Shopf y Marino Muñoz Lagos. Revalorizarlos hoy, es devolvernos la confianza en la poesía que no necesita de malabarismos ni de imposturas. Por fin se rescata la obra de Boris Calderón (San Bernardo, 1934-Santiago 1962). Ajiaco Ediciones publica por primera vez su Poesía reunida, a cargo de Javier Abarca Medel. El lector podrá disponer aquí de todos sus volúmenes y dilucidar sus influjos, y principales motivaciones. Por ejemplo, en El libro de los adioses (1956) se encuentra la síntesis de las corrientes más herméticas de la poesía chilena, que se articula en torno a la poética de Pablo de Rokha. También hay ecos de Humberto Díaz-Casanueva, Rosamel del Valle y Omar Cáceres.

En el poema que lleva por nombre "Magnolias" y que pertenece al capítulo titulado "Los muros inasibles" (1955-1956), apunta: "Madre, voy a hablarte de ella./ Quiero derribar el sombrío muro de tu sueño/ En esta noche/ Para hablarte con la voz de un ciego/ Que levanta sus brazos en medio de la luz./ Porque estás conmigo en esta hora (...)/ He aquí la sombra que humedece la voz, /La angustia sorda que escarba los huesos,/como a una perra leprosa comiéndose a sus hijos./Ya puedo caer, ahora,/He perdido las manos que buscaba, la encendida greda, tal vez todo,/ Porque miro a la muerte como la más amada".

En una nota publicada en el diario El Siglo, fechada el 13 de mayo de 1962, Jorge Teillier lo recuerda de la siguiente manera: "No conocía Buin sino por la charla de Boris Calderón. Me hablaba siempre de las calles polvorientas, de las tapias coloniales, de su casa donde dibujaba en las puertas 'barcos de guerra de líneas temblorosas' y donde había enterrado un perro bajo el naranjo del patio, de la chicha otoñal, de las comidas de la tierra, de sus riñas en contra de los conservadores del pueblo, de la lluvia de invierno con 'manos tan pequeñitas' según el verso de e.e.cummings que amaba repetir".

Maldito por antonomasia, fue una especie de romántico negro que buscó la luz a través de las tinieblas. En un poema póstumo, no incluido en Canciones para una niña llamada Francisca (1959) y cuyo nombre es "Dios Te salve Francisca, eres toda de adioses, de luz desvanecida". Se trata de su último libro con una edición de solo tres ejemplares.

Sin duda, la publicación de Poesía reunida, de Boris Calderón, es un aporte proverbial que se les agradece a los editores y a Javier Abarca Medel, responsable de toda la recopilación, donde se incluyen, además, artículos de Hernán Díaz Arrieta, Hermógenes Markovich, Federico Shopf y Marino Muñoz Lagos. Revalorizarlos hoy, es devolvernos la confianza en la poesía que no necesita de malabarismos ni de imposturas.



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