Tocornal
En el año 2005, en Santiago de Chile, inaugurándose la Reforma Procesal Penal, un alto ejecutivo bancario del país es denunciado por su exmujer por una serie de abusos de connotación sexual en contra de sus dos hijos.
El protagonista de este relato narra, en primera persona, cómo rechazó en forma categórica la acusación y se propuso demostrar que no era culpable del delito del que se le acusaba y que, por lo tanto, debía ser absuelto.
Nunca hubo pruebas materiales en su contra, solo testimonios, los que fueron fuertemente cuestionados por una parte importante del mundo jurídico, así como por la opinión pública.
Sin embargo, luego de dos juicios, con una nulidad de la Corte Suprema de por medio, fue condenado a 13 años de cárcel vía Tribunal Oral.
Durante sus 10 años de reclusión en distintos penales investigó sin cansancio para encontrar pruebas que demostraran que su condena había sido errónea.
En dos ocasiones el sistema le dio la oportunidad de obtener anticipadamente la libertad, pero rechazó ambas instancias a modo de establecer la verdad y su inocencia.
Tras recuperar su libertad, logró reinsertarse, social y laboralmente, y continuó su investigación y lucha.
Durante el 2018, después de un poco más de dos años de haber cumplido su condena, sucedió un hecho que dio un giro total a esta historia. En el año 2005, en Santiago de Chile, inaugurándose la Reforma Procesal Penal, un alto ejecutivo bancario del país es denunciado por su exmujer por una serie de abusos de connotación sexual en contra de sus dos hijos.
El protagonista de este relato narra, en primera persona, cómo rechazó en forma categórica la acusación y se propuso demostrar que no era culpable del delito del que se le acusaba y que, por lo tanto, debía ser absuelto.
Nunca hubo pruebas materiales en su contra, solo testimonios, los que fueron fuertemente cuestionados por una parte importante del mundo jurídico, así como por la opinión pública.
Sin embargo, luego de dos juicios, con una nulidad de la Corte Suprema de por medio, fue condenado a 13 años de cárcel vía Tribunal Oral.
Durante sus 10 años de reclusión en distintos penales investigó sin cansancio para encontrar pruebas que demostraran que su condena había sido errónea.
En dos ocasiones el sistema le dio la oportunidad de obtener anticipadamente la libertad, pero rechazó ambas instancias a modo de establecer la verdad y su inocencia.
Tras recuperar su libertad, logró reinsertarse, social y laboralmente, y continuó su investigación y lucha.
Durante el 2018, después de un poco más de dos años de haber cumplido su condena, sucedió un hecho que dio un giro total a esta historia.